Colegio de Ópticos de la Provincia de Buenos Aires – COPBA

Glaucoma: El ladrón invisible de la visión

El glaucoma es dramático: hablamos de la segunda causa de ceguera en el mundo según la Organización Mundial de la Salud, una patología irreversible. Tan dramático que la ficción suele usarlo cada vez que se le agotan los recursos de golpe bajo. Los personajes se quedan ciegos de manera progresiva, es un descenso lento a los infiernos.

Y aunque suene a telenovela, habría que defenderlo como un recurso creíble porque 6 de cada 100 personas en el mundo padecen glaucoma. Y no todos los que lo padecen lo saben, por eso lo llaman «el ladrón silencioso de la visión». La buena noticia es que su detección temprana por el profesional oftalmólogo puede evitar la progresión mediante tratamiento quirúrgico y/o farmacológico. 

Esta enfermedad abarca un conjunto de procesos que devienen en una neuropatía óptica: es una enfermedad en la que produce daño progresivo en el nervio óptico, por la cual se va perdiendo irreversiblemente la capacidad de visión hasta llegar a la ceguera total, si no se trata a tiempo. El nervio óptico es el encargado de recoger la información visual y de llevarla hacia el cerebro. Si imaginamos al nervio óptico como un cable coaxial, que está compuesto por múltiples filamentos de cobre que poco a poco se van cortando, entonces la información transmitida va siendo cada vez más deficiente.

Uno de los factores de riesgo para el glaucoma es la presión intraocular elevada , pero no es necesaria para que exista la enfermedad. La presión intraocular normal varía entre 11 y 21 mmHg; sin embargo, algunas personas pueden desarrollar lesión del nervio óptico con una presión intraocular normal (glaucoma de tensión normal o baja) y, por otro lado, hay muchas personas con presiones mayores de 21 mmHg sin lesiones en el nervio óptico y se dice que tienen hipertensión ocular.  

En condiciones normales, dentro del ojo se produce un líquido, el humor acuoso, cuya función principal es nutrir y oxigenar las estructuras del globo ocular que no tienen aporte sanguíneo, como la córnea y el cristalino. Este sistema se ubica en el ángulo de la cámara anterior del ojo y, en condiciones normales, se encarga de drenar el 90% del humor acuoso a través de una ruta que recorre la malla trabecular, canal de Schlemm, canales intraesclerales y las venas epiesclerales y conjuntivales. Este líquido fluye y se drena a medida que se produce, así cumple su función principal. Pero cuando el drenaje no es el correcto -cuando la velocidad de producción es mayor a la de drenaje-, en la cámara anterior del ojo se produce un aumento de presión, que se transmite a la cámara posterior -el humor vítreo-, lo que produce una disminución del flujo sanguíneo retiniano. Es esta mala irrigación arterial de la papila óptica lo se traduce luego en una degeneración progresiva de las fibras del nervio óptico y, a continuación, en ceguera progresiva toda vez que estas fibras, que no se regeneran, dejan de cumplir su función.

Existen dos tipos de glaucoma: el de ángulo abierto y el de ángulo cerrado, definidos según el tipo de obstrucción en el sistema de drenaje del humor acuoso. Luego, también pueden subdividirse según su etiología en primario o secundario. El más frecuente es el primario de ángulo abierto: en general, la persona que lo padece no percibe dolor ni molestia pero tiene la presión intraocular aumentada, la cual va dañando el nervio óptico. 

Esta es, en general, la más usada por las telenovelas. Una tarde el personaje entra a la casa, da un portazo y, mientras la escenografía tiembla, se choca los muebles y le comunica al mundo que de pronto ha dejado de ver. 

Otros factores de riesgo para el glaucoma son la miopía alta, la hipermetropía -esta última en caso de glaucoma de ángulo cerrado-, los antecedentes familiares y diabetes. También hay mayor propensión según la etnia. De acuerdo con las estadísticas, los afrodescendientes la padecen más que otras.

Como profesionales ópticos debemos ser promotores de la salud visual, marcando la importancia de visitar a los profesionales oftalmólogos, sobre todo si se padece alguno de los factores de riesgo, para controlar la presión intraocular y evaluar el nervio óptico a través del examen fondo de ojos. Es crucial este control porque si es detectado a tiempo, hay tratamientos con fármacos y quirúrgicos que evitan la progresión de la enfermedad y posterior pérdida de visión.

Desde nuestro lugar, podemos brindar nuestro grano de arena para aportar a la concientización de la población en la prevención de esta grave afección y la promoción de la salud visual y ocular.

 

Por Opt. Magalí Quinteros

Matriculada del Colegio de Ópticos de la Provincia de Buenos Aires.